Hay actores a los que siempre va a perseguirles la sombra del papel que los hizo famosos. Por mucho que Bryan Cranston esté nominado a un Oscar por ‘Trumbo’, nunca dejará de ser Walter White. Y aunque intente sacudírselo de encima, Hugh Laurie siempre estará asociado al doctor Gregory House.
‘House‘ fue, durante ocho temporadas, una de las series más exitosas de la televisión no sólo estadounidense, sino mundial, popularizando entre el gran público la tendencia de que las series estuvieran protagonizadas por anithéroes de todo tipo. Cuatro años después de su final, Laurie regresa no tanto como un antihéroe, sino directamente como un villano.
El malvado Roper de ‘El infiltrado’
La cadena AMC estrenó anoche en España ‘El infiltrado‘, título español de ‘The night manager‘, una miniserie de seis capítulos que figuraba entre las más esperadas de este 2016. Adaptación de una novela de John Le Carré, Laurie es aquí Richard Roper, un traficante de armas británico que, hasta ahora, ha podido realizar sus negocios, y dar charlas sobre su labor benéfica al mismo tiempo, sin que nadie lo investigue en serio.
Hasta que aparece Jonathan Pine (Tom Hiddleston), un ex soldado que trabaja como conserje de noche en hoteles de lujo y que es reclutado por una agencia de inteligencia británica para que intente hacer caer a Roper desde dentro de su organización. Hugh Laurie se convierte aquí en el villano, aunque sea un villano con su encanto y del que es fácil no creerse que pueda ser también despiadado y que lo impulse sólo su propio beneficio.
Como Roper, el actor de Oxford compone una presencia inquietante y peligrosa, alguien de quien no sabes cómo va a reaccionar, lo que transforma a Laurie del torturado, brillante e irressistible doctor House en alguien mucho más frío y calculador. No en vano, en la serie describen al personaje como «el peor hombre del mundo». Pero esta transformación no es extraña para quien lo conociera de su carrera pre-‘House’.
Una estrella en el Reino Unido
Porque Hugh Laurie era muy famoso en su país natal gracias, sobre todo, a un programa de sketches cómicos que hizo con su amigo Stephen Fry, ‘A bit of Fry and Laurie‘. Los dos se conocían de la universidad de Cambridge y de un grupo teatral, los Footlights, en el que participaron con Emma Thompson y que los puso en el camino de ese programa de BBC que consolidó el camino de Laurie hacia el estrellato.
Fry y Laurie estaban muy influidos por ‘Monty Python’s Flying Circus’, pero su programa era menos surrealista y optaba más por la sátira hasta política y social del momento. Tuvo un enorme éxito entre 1989 y 1995, y descubrió también la faceta musical de Hugh Laurie. En todos los programas había siempre canciones humorísticas, así que no es extraño que, en los últimos años de ‘House’, Laurie empezara a sacar discos de jazz y blues.
La comedia fue el género en el que Laurie se hizo un nombre en el Reino Unido. Con Stephen Fry participó también en ‘Jeeves and Wooster‘, serie que adaptaba los libros de P.G. Wodehouse sobre un noble inglés y su mayordomo, y Laurie demostró allí su talento para interpretar, curiosamente, a personajes de clase alta no demasiado listos.
El príncipe Jorge de la tercera temporada de ‘Blackadder‘ mostró la capacidad de Laurie para la pantomima, la parodia y hasta para encontrar algo de humanidad dentro de alguien tan corto de entendederas y tan absurdo. Esos éxitos en las comedias televisivas y la sátira pudieron encasillarlo, pero Laurie encontró la manera de evitarlo participando, por ejemplo, en series que tiraban un poco más hacia el drama familiar, como ‘Fortysomething‘, en la que un joven Benedict Cumberbatch era el hijo adolescente del médico cuarentón interpretado por Laurie.
De sus inicios en la comedia, a papeles más serios en el cine (como en ‘Los amigos de Peter‘) a breves apariciones en ‘Friends’ cuando en Estados Unidos aún nadie sabía quién era, Laurie ha ido demostrando su capacidad para dar vida a todo tipo de personajes. No deja de ser curioso que, de los idiotas con los que se hizo famoso al principio, haya alcanzado ahora el reconocimiento con gente tan inteligente como House o como Roper en ‘El infiltrado’. Y Roper, además, es alguien de quien no conviene cruzarse en su camino.