¡Ah, enero! Mes de cuestas, propósitos e ilusiones renovadas. ¿Quién no se ha propuesto dejar de fumar -los que fumen- un 1 de enero? ¿Quién no se ha prometido a sí mismo mientras brinda por el año nuevo algo que sabe, muy en el fondo, que nunca cumplirá? ¿Quién no se ha venido arriba pensando seriamente en cumplir sus resoluciones de año nuevo? Aquí vemos a Maisie Williams (Arya Stark), proponiéndose, por ejemplo, leer más. ¿Estará entre sus lecturas Canción de hielo y fuego?
Lo cierto es que el fin de un año es el momento perfecto para reflexionar, hacer balance y una lista de intenciones: el momento de dejarse llevar por la esperanza de tiempos mejores, cuando la impresión general que nos han dejado los doce meses anteriores es más negativa que positiva.
¿Y si la televisión hiciera ese ejercicio de observación y auto-crítica? ¿A qué conclusiones llegaría? Y no nos referimos a las listas que han pululado estas semanas por Internet. Nos referimos a un análisis más profundo, más allá de seleccionar los éxitos y fracasos de la temporada. ¿Tenemos una buena oferta televisiva? ¿Es una televisión adaptada a nuestro tiempo? ¿Qué malos hábitos debería abandonar? ¿Qué cosas nuevas debería probar?
En base a esto, hemos transformado la típica lista de propósitos de año nuevo en una especie de carta abierta de cómo debería ser la televisión generalista y qué debería cambiar si quiere seguir atrayendo nuestro interés en un momento tan competitivo para ella, con la llegada del VOD a nuestras vidas y la atractiva oferta de las plataformas de televisión digital.
Sabemos que pedimos imposibles; como son muchos de esos propósitos de año nuevo que la gente se hace, con auténtica convicción, antes de abandonarlos. Pero… ¿por qué no soñar con que los Reyes Magos nos traigan mañana una tele con estas buenas intenciones?
Dejar de intoxicar(se)
Telecinco no permite que haya imágenes suyas en YouTube, así que nos quedamos con la parodia de ‘Sálvame Deluxe’ (bastante acertada) de José Mota
Sabemos que el tabaco es un vicio dañino para la salud, pero aún así engancha a millones de personas. La televisión también tiene sus programas tóxicos (la «telebasura»), que además son adoptados por la audiencia, en ocasiones con peligrosas consecuencias; daría para una tesis, por ejemplo, estudiar el efecto de ciertos modelos televisivos que son identificados por los jóvenes como gurús en el cambio de sus aspiraciones.
Es el clásico binomio: damos a la audiencia lo que ésta respalda en cifras. ¿Y si las televisiones cambiaran el chip? ¿Y si dejaran de ofrecer programas que no aportan nada, que atraen a nuestros instintos básicos -gusto por el morbo, afición al cotilleo, vouyerismo- para encgancharnos? ¿Y si por fin cancelaran programas como ‘Mujeres y Hombres y Viceversa» y volviera a haber una franja infantil de mediodía?
Hablar idiomas
Sorpresa. Bogart no dice tócala otra vez, sólo «tócala, Sam» (play it, Sam!). Pero el doblaje hizo que memorizáramos así una cita mítica del cine.
Igual que nos da por apuntarnos a inglés en enero, las televisiones también deberían esforzarse en hablar otros idiomas. ¿No estamos ya preparados para la versión original subtitulada? Fijémonos en otros países. Y no hace falta ir más lejos: por ejemplo, en Portugal. Sí, hasta en Portugal entienden que la televisión puede ser un potente vehículo de conocimiento y ofrecen todas las películas sin doblar, para facilitar el aprendizaje de los idiomas.
Cierto es que en España tenemos grandes dobladores (Clint Eastwood o Woody Allen son sólo dos maravillosos ejemplos de un gran trabajo que ha dotado a sus personajes de un gran carisma). Pero cualquiera acostumbrado a la versión original entenderá que muchos matices se pierden en la traducción, igual que se pierde en parte la intensidad de la interpretación.
Acabar los proyectos pendientes
Y esto, en televisión, se traduce en no más series inacabadas (¿recordáis lo que pudo haber sido ‘Lost’ en nuestro país si Cuatro no la llega a rescatar?). Pero tampoco más maltrato psicológico al fan que se queda con tres palmos de narices cuando suspenden la emisión de su serie favorita en un movimiento de contraprogramación o la mandan al limbo del late-night. Sí, la audiencia manda, pero ese es el problema.
Lo cierto es que una vez en marcha, dejar de emitirla o marear al personal con cambios de horario es una falta de respeto a los espectadores, que son el pan de la cadena. Si la serie no es rentable para ingresar millones en publicidad, tal vez la solución pase por ofrecerla a la carta en Internet o que pasen a los canales menores (como ahora Atreseries, o Neox, FDF o Energy). Pero en un ejercicio de auto-crítica constructiva, también podrían concluir que no supieron escoger bien cuando adquirieron los derechos de emisión de esas series o que pueden ser de esas que necesitan más rodaje para enganchar.
Aprender más
Tampoco hablamos de desenterrar las enciclopledias y que vuelva ‘El tiempo es oro’ pero, ¿no sería enriquecedor que hubiera más concursos como ‘Saber y ganar’? ¿No habéis notado que la exigencia en cuanto a nivel cultural ha descendido, como descienden los concursantes por la rampa de ‘Ahora caigo’ cuando a veces no saben ni deletrear? Las televisiones parecen haber tirado la toalla, asumiendo más la parte de divertimento que la de conocimiento.
Y antes sí se lograba aunar todo eso en concursos con mucho más contenido cultural: hablamos de programas como ‘Cifras y letras’ o ‘Lingo’, que estimulaban al espectador a poner en práctica sus conocimientos, su vocabulario o su rapidez mental y que además hacían buenas audiencias: ‘Lingo’, por ejemplo, tuvo una media de 1.200.000 espectadores en sus tres años de emisión. Hablamos de la 2 y de un programa cultural diario.
Ver mundo
Asumiendo la premisa de que la gente demanda más series, puestos a pedir, no sólo se trata de fichar el último hit seriéfilo norteamericano. Europa -y en especial Gran Bretaña y los Países Escandinavos- lleva años produciendo series distintas, apostando por formatos e ideas más arriesgadas; incluso en las televisiones públicas. Pero nada de todo eso parece llegar hasta nuestra televisión en abierto.
Hace un par de años Mediaset arriesgó-y sorprendió- ofreciendo la primera temporada de ‘Black Mirror’ -esa irreverente fábula distópica que desdobla nuestra conciencia como si fuera un calcetín- por primera vez en abierto en nuestro país. A una audiencia nada acostumbrada a las ideas de Charlie Brooker. Y eso se vio reflejado en el share. Ahora que ambos grupos cuentan con canales de audiencia minoritaria, ¿no es el lugar más apropiado para demostrar una apertura de mente digna de este siglo?
Conocer gente nueva
Siempre es refrescante conocer gente nueva y ampliar nuestro mundo (el externo y el interno). Pero más importante aún desprendernos de esa gente que no aporta nada. En términos televisivos, que TVE mantenga su amistad -en este caso, contrato- con Mariló Montero después de todo lo que ha salido de su boca (y de la pantalla de su plató) da una malísima imagen de la televisión pública. Cambiar esa imagen pasa por cambiar a los rostros que la representan. Ramón García y Anne Igartiburu conduciendo las campanadas de fin de año un año más no es, precisamente, conocer gente nueva. Que fichen a Bertín Osborne para un formato per se interesante, no es intentar abrirse a nuevos círculos.
Pero tampoco es lo que ofrecen las televisiones con sus fichajes, centrados en perfiles muy concretos y, por lo general, «explosivos». ¿Qué tal un poco más de diversidad en los presentadores, colaboradores, reporteros, etc. de los programas? ¿Y si no hubiera un componente tan sexual cuando se trata de vestir a una mujer para televisión? Aunque por lo visto lo del vestido de Cristina Pedroche en las campanadas es todo culpa suya.
Ser más divertida
Imagen: Archivo de la biblioteca pública de la University of Southern California, Los Angeles Examiner Collection (1920-1961)
Y esto va por la comedia nacional, específicamente. Aunque los guionistas por fin han accedido a localizar sus series en otros contextos y lugares (un gimnasio, un chiringuito e incluso un barco) saliéndose por fin del bar de barrio, sigue sin explorar otras formas de humor. Y sin arriesgarse demasiado: lo demuestran cuando en un grupo como Atresmedia deciden fichar a alguien como Joaquín Reyes (que, pese a su papel en ‘Anclados’, practica un humor mucho más bizarro), le encargan un programa y lo secuestran tres años para finalmente emitirlo en Neox.
No sólo la comedia está anquilosada. Es la ficción nacional, en general. Salvo excepciones que pueden contarse con los dedos de una mano -‘El ministerio del tiempo’, ‘Crematorio’ o ‘Cuéntame un cuento’- parece que vista una vistas todas. De grandes series de época e intentos de emular esa ambientación a lo ‘Mad Men’ a comedias que acaban perdiendo el rumbo (‘La que se avecina’) o que teniendo un plantel para triunfar (véase el caso de ‘Anclados’, que sin duda contaba con un gran elenco) éste se desaprovecha con un guión mediocre.
Dejar que las cosas fluyan
«Jamás se penetra por la fuerza en un corazón», decía Moliere. Ya que es imposible renunciar a la publicidad, al menos que ésta sea menos invasiva y tenga más sentido. Por supuesto, nada de pauta única publicitaria. Pero tampoco dar esperanzas al espectador prometiéndole volver en cinco, seis o siete minutos para ofrecer dos minutos más de emisión y volver a cortar otros veinte segundos. Nuestra televisión tiene mucho que aprender de otras y en esto los americanos nos ganan: los episodios de las series se editan pensando en la publicidad, asegurándose así de que se inserte en el momento más adecuado.
Al final aguantan la misma -o puede que más- cantidad de comerciales, pero al menos lo hacen de una forma coherente. Nunca dejarían a alguien con la palabra en la boca. Ni cortarían en plano secuencia de ‘True Detective’, como pasó aquí durante su emisión en laSexta. Aunque, según hemos sabido estos días, resulta que también cometen algunas tropelías en los canales por cable americanos.
Recuperar la música
En serio, ¿dónde está la música en vivo en televisión, aparte de los minutos musicales que cierran la emisión? La 2 es la única que sigue apostando por los directos, con ‘Los Conciertos de Radio 3’. En el resto de cadenas nos tenemos que conformar con los «alter ego» de los cantantes que participan en talent-shows, que ambientan programas como ‘Qué tiempo tan feliz’ o con el mismo catálogo de artistas -gente como Malú, Manu Tenorio o Alejandro Sanz- cantando en playback. Y sólo ha habido unos cuantos programas -como el de Buenafuente o antaño ‘CQC’- que han sabido apreciar el valor añadido de tener una banda en directo.
Por no hablar de que el programa de actualidad musical es un formato extinto y del que prácticamente todos los canales prescinden. Pese a que hicieron pasar tan buenos ratos a la generación EGB con programas como ‘Tocata’, ‘Rockopop’ o, cuando ya habían crecido, con ‘Nosolomúsica’ o ‘El séptimo de caballería’.
Está claro: la tele, como todos, siempre puede mejorar. Esto es lo que le pedimos nosotros, pero seguro que vosotros tenéis más peticiones. Aprovechad, que hoy podemos creer en la magia. Dejadle vuestros deseos a sus majestades de Oriente en nuestra sección de comentarios.