Una de las tendencias televisivas más potentes en estos últimos años es la de los concursos que utilizan a personajes famosos. Al principio, podía parecer algo llamativo y novedoso. Pero, con el tiempo, se ha convertido prácticamente en un género en sí mismo, un atractivo enganche que hace que la audiencia se interese desde el primer momento por el producto. Ahora bien, ¿por qué sucede esto? ¿cuál es la causa de su éxito?
Un fenómeno que crece
Famosos que concursan en los clásicos programas de preguntas y respuestas y demuestran su cultura general… hasta ahí todo (casi) normal. Y después, famosos que cantan, famosos que bailan, famosos que se encierran con otros famosos en una casa vigilada por cámaras… Y no hay límite, porque cualquier programa que podamos imaginar, cualquier nuevo formato que se ponga en marcha siempre podrá tener ese plus extra: la participación de un personaje popular en lugar de un individuo anónimo.
Según el sicólogo Javier Jiménez, cuyo trabajo podemos leer en RasgoLatente, es una evidencia que «los famosos nos sirven de heurísticos, mapas o señales: si nos gusta el trabajo de Spielberg, el hecho de que haga una nueva película (aunque sea de productor) nos servirá de ‘señalización’ para identificar esa película como interesante. Si nos gusta Jorge Javier Vázquez, la probabilidad de que nos gusten sus programas será mayor y atraerán nuestra atención. La presencia de elementos que nos ayuden a identificar lo que nos gusta en el marasmo de ocio actual es siempre un buena idea: esos elementos pueden ser protagonistas, concursantes, temáticas, horarios (las cadenas tienden a poner su mejor productos en los mejores horarios), etc. Y los famosos, mientras cumplan ese objetivo, funcionarán y los espectadores serán receptivos porque ayudarán a elegir entre tanto ruido.»
Así, una de las causas fundamentales de la existencia de estos espacios es la búsqueda de nuevos cebos que atrapen al espectador. Para la audiencia es alguien cercano, alguien a quien ya conoce, por lo que se produce reconocimiento y empatía que no se da en concursantes anónimos, que aún deben ganarse el favor de una audiencia para la que son desconocidos. Muchos de estos personajes populares circulan de programa en programa, por lo que se convierten en entes familiares, que ya se sabe cómo van a reaccionar o actuar, de igual forma que si contemplásemos a alguien de nuestro entorno.
Para el guionista Jordi Gomar, la razón de este fenómeno radica en la idea de que «el famoso, de manera más o menos amable, se comporta como un pez fuera del agua, fuera de su entorno habitual, tratando de manejarse o aprender algo que desconoce: bailar, saltar en trampolín, sobrevivir en una isla, imitar a cantantes famosos…Diría que interesa porque se mezclan componentes de ridiculización, desmitificación, pero también humanización del famoso. Tiempo atrás, diría que el deseo generalizado del espectador era el de acercarse al famoso, tocar ese pedestal en el que vivía y del que nunca bajaba. Ahora parece que se activa el deseo inverso, o sea, que el famoso se acerque a nosotros, los mortales, que tampoco sabemos bailar, saltar en trampolín o sobrevivir sin nevera y un súper cerca de casa.»
Por supuesto, este viaje es un camino de dos direcciones, pues también el personaje popular se beneficia de la experiencia. En muchas ocasiones, los famosos participan en concursos porque es una manera rápida y directa de seguir activos en televisión, uno de los focos promocionales más fundamentales que existen en el planeta (sin exagerar). Unos minutos en antena consiguen que la audiencia no se olvide de ellos y que, tal vez, ese productor se anime a contratarlos por su gracia y desparpajo. La evolución social que vivimos de manera feroz en este mundo de la comunicación 2.0 hace que las entrevistas que antaño triunfaban, hoy no sean lo suficientemente llamativas como para atrapar a la audiencia y es por ello que muchas campañas de promoción de películas, discos o libros lanzan a sus autores y protagonistas al calor de un foco en el que el famoso ha de mostrar su valía ante las cámaras.
A la hora de hablar de qué concursos conocemos que usan a famosos, podemos dividirlos en dos grandes grupos: por un lado, el espacio en el que el personaje es colaborador y/o ayudante del concursante anónimo, verdadero participante del espacio y protagonista absoluto, que cuenta con la «ayuda» de un famoso para conseguir el premio final. Por otro lado, tenemos esa nueva vertiente que cada vez tiene más éxito, y que nos muestra a los personajes conocidos como actantes del show, ya no son secundarios, sino que se han convertido en los concursantes que tratarán de ganar el premio. ¿Repasamos los ejemplos más destacados de cada una de estas vertientes.
Famosos que cooperan
‘Pasapalabra‘ es uno de los espacios más veteranos de la televisión y el referente más claro de cómo los famosos participan junto a una persona anónima para ayudarle a ganar el premio. En este caso, se trata de dos parejas de personajes populares (dos hombres y dos mujeres) y la causa de su presencia en el concurso suele estar relacionada con la promoción de su trabajo, muchas veces, ligada completamente al hecho de pertenecer al grupo Mediaset. En las pruebas que participan, suelen competir unos contra otros, para que resulten mucho más igualadas.
Y es que, uno de los peligros que esta moda tiene está relacionada con la capacidad real o no del famoso que supuestamente debe ayudar al concursante. Algunas veces, los resultados en pantalla nos hacen poner en duda que su participación haya contribuido a beneficiar al individuo, pues puede suceder más bien lo contrario. Ya ha pasado a la historia de la televisión española uno de esos momentos «tierra, trágame» que se hicieron populares porque, precisamente, la intervención del personaje popular hizo que el concursante perdiera el premio. La protagonista, una Remedios Cervantes que nunca olvidará su paso por ‘Atrapa un millón‘.
El riesgo a que la presencia del famoso empañe toda la evolución del juego es tomada en consideración por los productores del espacio que, en muchas ocasiones, reservan un espacio simbólico para estos personajes populares. En programas como ‘Grand Prix‘, la participación del mismo se concretaba en la figura de apadrinamiento, y aunque participaba en una de las pruebas (la de la patata caliente), su misión no era excesivamente complicada pero sí muy vistosa, pues ahí radica una de las motivaciones principales para contar con la colaboración del personaje popular.
Por último, una vertiente de este tipo de contribución radica en las presencias de jurados y jueces, que valoran la participación del concursante y puntúan según su criterio. Aquí, los famosos pasan de estar igualados a los concursantes anónimos a subir un escalón y colocarse por encima de los mismos. Sus apreciaciones como expertos dan valor al espacio que cuenta con ese «especialista» que conseguirá otorgar más calidad a todo el desarrollo del concurso. En los talents de cocina como ‘MasterChef‘ o ‘Top Chef’, no sólo tenemos un jurado semanal conformado por chefs de amplia trayectoria, sino que, de forma puntual, participan cocineros de prestigio que ayudan o explican diversas técnicas a los concursantes.
Famosos, ¡a concursar!
Pero si hablamos de famosos que participan en concursos de televisión, seguramente, resulta mucho más interesante el fenómeno que está creciendo en los últimos años y que nos pone al personaje popular como protagonista absoluto del espacio. Los famosos se han convertido en estrellas de shows en los que deben bailar, cantar, cocinar… y lo que llegará.
También en este punto hay niveles, claro está. Por un lado, hay un perfil más bajo, que se refiere a que el famoso participe en programas como ‘Me resbala‘ o ‘Waku, Waku‘, concursos blancos y familiares, divertidos y con un entretenimiento que no difiere de lo que sucede en cualquier plató de televisión en el que un conductor lleva al concursante (sea famoso o anónimo) por los derroteros de los programas de esparcimiento más clásicos.
En un paso más allá, están los talents. En las últimas temporadas televisivas han proliferado espacios que ponen a los famosos a hacer las actividades más diversas. El abanico es muy amplio. Tenemos, por ejemplo, programas más para todos los públicos como ‘¡Mira quién baila!’ o ‘Tu cara me suena‘, concursos que muestran una faceta divertida y sana del famoso que, además, colabora con una acción solidaria donando su premio para una causa social.
Y, por fin, tenemos los realities shows, la revolución televisiva del siglo XXI. La televisión sigue a un individuo durante 24 horas del día y lo expone a situaciones embarazosas que, anteriormente, trataban de ocultarse. Los anónimos fueron los primeros en participar, pero las cadenas pronto se dieron cuenta que el tirón de ciertos personajes populares podía ser espectacular en este tipo de programas. Así, ‘Supervivientes‘ o ‘Gran Hermano VIP’, con las cifras récord que consiguieron en sus últimas ediciones, no sólo auguran un futuro en el que los concursos con famosos seguirán existiendo, sino que resulta bastante probable que el fenómeno evolucione hasta cotas que aún desconocemos.