El sábado llega a Canal+ Series (un día después que en Netflix) la tercera temporada de ‘Orange is the new black’, la comedia dramática sobre una joven de clase media-alta de Nueva York que va a prisión por un delito cometido diez años antes. Basada en un libro de Piper Kerman, la serie se ha convertido en todo un fenómeno y en uno de los títulos más populares de Netflix.
¿Pero qué tiene para haberse hecho con esos fans tan fieles y tan ruidosos? ¿Por qué ha sido saludada por bastantes críticos como un soplo de aire fresco y un título bastante revolucionario en el panorama televisivo estadounidense? La posibilidad del binge-watching, el atracón de episodios, que ofrece Netflix al colgar toda la temporada no es, curiosamente, lo más novedoso de esta serie.
La cárcel, un entorno poco visto
Una de las grandes novedades de ‘Orange is the new black’ es que transcurre casi enteramente en una cárcel de mujeres. No es un escenario habitual en la ficción; es cierto que, en España, tenemos ahora ‘Vis a vis’, y que antes ya pudo verse la dura prisión de ‘Oz’ y el thriller de ‘Prison Break’, pero las peripecias de Piper Chapman siguen siendo algo poco visto.
Aunque Jenji Kohan, responsable de la adaptación del libro y showrunner, utiliza un tono más de comedia negra en las historias que pasan en la prisión de Litchfield, también aprovecha para mostrar la situación del sistema penitenciario estadounidense y cómo puede ser muy injusto con personas con pocos recursos económicos y que no sean blancos, protestantes y de clase media, como la propia Piper.
En ‘Orange is the new black’, la mayoría de las reclusas son hispanas y negras, y muchas de ellas están encarceladas por delitos relacionados con el tráfico de drogas. En las charlas que Piper Kerman da a propósito de su libro, siempre destaca esa injusticia con los más desfavorecidos, la superpoblación de las cárceles y cómo luego esos presos tienen problemas para reinsertarse en la sociedad una vez han cumplido su condena.
La propia Kohan afirmaba recientemente a Rolling Stone que «nuestro complejo industrial de prisiones está fuera de control. Es algo de lo que hay que hablar, y me encantaría empezar la conversación. Pero no puedo ser didáctica sobre ello. Estoy aquí para entretener. Ese es mi activismo».
Un reparto coral de mujeres
Una cosa que siempre llama la atención de ‘Orange is the new black’, y que aún lo hizo más cuando se estrenó la primera temporada, en el verano de 2013, es la coralidad de su reparto y, especialmente, la variedad de tipos de mujeres incluidos en él. Sí, la protagonista nominal es una chica alta, blanca y rubia, una «Taylor Swift», pero Piper es simplemente el caballo de Troya para contar esas historias de muchas otras mujeres diferentes.
El reparto incluye a un buen número de actrices negras e hispanas que, hasta ahora, no habían hecho en televisión más que episódicos en ‘Ley y orden’, por ejemplo, y que en la serie de Netflix tienen la oportunidad de demostrar su valía. Algunas de ellas, como Danielle Brooks y Uzo Aduba, se han convertido en famosas, y la segunda se llevó el año pasado el premio Emmy a mejor actriz invitada en comedias.
Incluso la intérprete de Piper Chapman, Taylor Schilling, era una actriz semidesconocida cuando arrancó ‘Orange is the new black’. Sí, había protagonizado un drama romántico con Zac Efron (‘Cuando te encuentre‘) y una muy breve serie de enfermeras para NBC (‘Mercy’), pero ninguno de esos proyectos le había dado un perfil demasiado elevado. Cuando la serie debutó, los nombres más conocidos en su reparto podían ser los de Kate Mulgrew (Red), Natasha Lyonne (Nicky) y Laura Prepon (Alex).
Libertad sexual
Un aspecto que se deriva de ese variado y amplio grupo de personajes es también la variedad de personalidades, de creencias, de situaciones socioeconómicas y de orientaciones sexuales entre ellos. De hecho, esta última característica, la amplitud de preferencias sexuales, es una de las cosas que siempre genera más comentarios cuando ‘Orange is the new black’ estrena nueva temporada.
Piper entra en la cárcel a punto de casarse con su novio, pero allí se encuentra con su ex novia de la universidad, la que la arrastró al mundo del narcotráfico, y por la que siente una innegable atracción. Poussey es lesbiana y tiene un complicado pasado con su primer amor, complicado porque ella es negra y su novia era blanca. Nicky utiliza el sexo como una manera de evadirse de la cárcel y, al mismo tiempo, como un modo de conexión. Y luego está Sophia.
‘Orange is the new black’ ha ayudado a dar más visibilidad al colectivo LGTB en el entretenimiento de masas estadounidense
El personaje de Sophia fue, en su momento, el aspecto más revolucionario de la serie porque es una mujer transexual que está interpretada por una mujer transexual, Laverne Cox. La popularidad de ‘Orange is the new black’ la llevó a la portada de la revista Time y a abrir una conversación sobre la transexualidad en Estados Unidos a la que después llegaron ‘Transparent’ y Caitlyn Jenner.
El episodio de la primera temporada que cuenta el proceso de Sophia de transformarse de un hombre (además casado y con un hijo) a una mujer, dirigido por Jodie Foster, fue uno de los más comentados de los últimos tiempos porque, precisamente, apenas se había visto en televisión ese proceso.
Ni comedia, ni drama, sino ambas
La mezcla de géneros no es algo que haya inventado ‘Orange is the new black’, eso es cierto. La propia Jenji Kohan ya manejaba tanto el drama como la comedia (tirando a negra) en ‘Weeds’, pero la fusión casi impercetible entre las dos que logra la serie es una de sus cualidades más destacables. A veces puede derivar demasiado hacia el drama más serio, como ocurrió con Vee en la segunda temporada, pero siempre hay algún momento de humor para aligerar un poco la historia.
Al final, por lo que más destaca ‘Orange is the new black’ es por la fuerza de sus personajes y por el estupendo trabajo de su reparto. Los guiones los llevan por situaciones que, a veces, no pensábamos que veríamos en una serie, y los actores se entregan a ellas por completo. Hay drama, risas, referencias pop de lo más variado y un comentario social al fondo muy interesante. Litchfield es más de lo que parece a simple vista.