¿Habría sido ‘Los Soprano‘ la misma serie si no hubiese transcurrido en Nueva Jersey? ¿Sería posible la vida de Carrie Bradshow alejada de las calles de Nueva York? ¿Y ‘Homeland‘? ¿Conservaría todo su sentido si, a lo largo de sus primeros capítulos no hubiéramos tenido a Washington de fondo? La respuesta a todas estas preguntas es no. Y es que la localización es algo más que el lugar por el transitan los personajes. Hay series que transforman a las ciudades en auténticos espejos emocionales de las pasiones y odios que quieren formular. Las mutan en un personaje más sin el que sería imposible amar tanto esa ficción.
El alma de las ciudades
El paisaje marcará, de forma determinante, la narración del relato. Al igual que en nuestras propias vidas, en las que sentimos una vinculación afectiva por el lugar en el que vivimos o por ese espacio de vacaciones que nunca podremos olvidar, las grandes series se preocupan de que sus personajes no vivan «en el aire», sino que respiren y actúen en consonancia con el contexto en el que les ha tocado desarrollar su existencia. Su clima, sus gentes, sus costumbres… darán verismo a la obra, un anclaje a la realidad y una vinculación a una comunidad que no podrá ser imitada por ninguna otra ficción.
Según la guionista María Mínguez, el lugar en que transcurre una historia es tan importante porque «determina cómo son sus personajes. La idiosincrasia de un lugar es fundamental para entender por qué determinados personajes actúan de una manera, que aplicada a otro entorno no sería creíble o verosímil. Un claro ejemplo de esto pueden ser ‘Breaking Bad’ o ‘The Killing’. Ambas son series que transcurren en Estados Unidos, pero la primera de ellas lo hace en Albuquerque, una zona muy cálida, y la segunda en Seattle, donde hace mucho frío. Como consecuencia de esto, los personajes de ‘Breaking Bad’ son más impulsivos y pasionales, mientras que los de ‘The Killing’ son fríos, distantes e introvertidos. Una serie que transcurre en “ninguna parte” corre el peligro de ser una serie “sin personalidad”.
Una de las ciudades que más veces ha sido retratada en la pequeña pantalla ha sido Nueva York. Desde la avenida Madison que atesoraba todas las infernales ideas de los ‘Mad Men‘, hasta las divertidas actividades que realizaba la pandilla de amigos de ‘¿Cómo conocí a vuestra madre?’. La ciudad de los rascacielos es el gran centro cosmopolita, la piedra angular de la cultura occidental y un lugar en el que los negocios, el arte y el crimen bailan a un compás que resulta irresistible para el mundo de la televisión. Porque cada serie incluye nuevos perfiles y matices de su realidad. Como comenta el guionista Miguel Marcos: «Me gusta mucho el Nueva York de ‘Louie’, lleno de callejones, bares sórdidos, paredes de ladrillo y suburbios industriales, muy alejado de la imagen sofisticada y glamourosa que normalmente tenemos de la ciudad«.
Pero no es la única urbe que merece aparecer en una serie. De hecho, cada vez nos fascinan más las producciones que se centran en localizaciones «desconocidas» para el gran público y gracias a las que descubrimos la hermosura (y el horror) de lugares que determinan la vida de quienes viven en ellos. El caso de Albuquerque y ‘Breaking Bad‘ resulta modélico. Nunca una imagen del desierto nos ha parecido más bella que cuando la contemplábamos con los ojos de Walter White. Y es que ésa es una de las claves, que el personaje esté salvajemente vinculado a la ciudad que habita, sienta esa dependencia y, a la vez, el peso de tener que morar allí.
Este conflicto es uno de los que explota una serie como ‘The Affair’, que nos ha enseñado la geografía de Montauk, incluso deleitándose con las leyendas que hablan de las antiguas actividades piratas de la zona. Detrás del drama pasional que une a Noah y Allison, se encuentra latente el conflicto y los problemas de aquellos que viven, durante todo el año, en una bonita y turística zona vacacional. La felicidad de cartón piedra se desvanece, pero la verdad de sus calas y sus rincones, sale a flote.
Pero si hay un autor que se empape perfectamente de la vida de un lugar y sepa sacar partido al microcosmos que representa, ése es David Simon, que con sus obras ‘The Wire‘ y ‘Treme’, ha dado lecciones audiovisuales en todos los sentidos, especialmente, sobre la importancia de las ciudades que habitan los personajes. En palabras de María Mínguez, » ‘The Wire‘ es una obra maestra en este sentido. Baltimore, corrupta y decadente, es un personaje más de la serie, retratada de forma compleja y profunda a través de sus políticos, periodistas, delincuentes o policías.»
Baltimore acoge la desolación y la mezquindad de una sociedad sustentada por el crimen y la corrupción, pero también es el escenario en el que las buenas personas, porque sí, todavía existen, aún son capaces de preocuparse por los demás. A lo largo de sus temporadas, se decidió a enseñarnos diferentes aspectos de la ciudad: la droga, el puerto, la educación, el periodismo… Su realismo y su implicación la convierten, como bien sabéis, en una de las mejores series de la historia. De una manera muy distinta, pero también similar, tenemos ‘Treme‘, ese canto amoroso y doliente por Nueva Orleans y todo lo que sufrió tras el duro paso del Katrina. Simon se ha preocupado de la faceta divulgativa y nos enseña, punto por punto, la sociedad de esta caleidoscópica urbe, que acaba siendo el mejor homenaje que ha podido hacerle.
Y no sólo los dramas nos han puesto sobre la palestra la importancia de las ciudades en las que transcurría la acción. Un sitcom fundamental como ‘Frasier‘ supuso una promoción bestial para . Curiosamente, en la auténtica ciudad sólo se rodaron algunos exteriores para el capítulo ‘The 1000th Show’, en el que el protagonista paseaba por lugares emblemáticos. Incluso la deslumbrante vista que se veía desde casa de ‘Frasier’ era falsa, no existía en la ciudad, pero fue diseñada para que el mítico Space Needle destacara entre el resto de edificios.
Recreando el espíritu, en otro lugar
Y es que, el hecho de que una serie esté ampliamente ligada al espacio y a sus cualidades únicas no ha sido problema para que esa ciudad se reconstruyera totalmente en otro lugar, o incluso, en unos estudios de televisión. La «trampa» de la televisión, esa promesa de mostrarnos una cosa que está fabricada con los mimbres de otra, suele estar condicionada por motivos de producción. La serie ‘Fargo‘ fue una de las más aplaudidas en el pasado 2014. Su trama argumental basaba gran parte de su recorrido en la ambientación que Bemidji ofrecía, un lugar en el que el frío, la nieve y las ventiscas lo condicionan todo (incluso el final de la serie). Pues bien, la producción no fue rodada en este pueblecito de Minnesota, sino que el equipo de trabajó se trasladó a Calgary, que hizo las veces de la claustrofóbica ciudad. Calgary se encuentra en Canadá, un país escogido para llevar a cabo los rodajes de muchas propuestas gracias a los incentivos fiscales que ofrece.
De igual forma, pasó con producciones como ‘Justified’ o ‘Banshee‘, que nos traían historias en pequeñitas poblaciones en las que los usos locales y la puesta en escena eran primordiales para poder entender toda la opresiva atmósfera que vivían los protagonistas. Estos casos son modélicos en esto de conseguir recrear un espacio con todas sus consecuencias. Ambas se alejaron de las ciudades reales que trataban de mimetizar, pero su gran trabajo de recreación permitió que los espectadores entráramos de lleno en lo que nos querían relatar.
Ciudades de ficción, quién os pillara
Seguramente, de niños habéis jugado a imaginar en qué fascinantes lugares os gustaría vivir. Si ahora pudiésemos elegir, más de uno nos mudaríamos a alguna de las estupendas ciudades que las series se han encargado de construir para nosotros. Pues éste es otro aspecto muy interesante: el de la creación de localidades imaginadas, a las que se consigue dotar de instrumentos sociales y de desarrollo funcional, una funcionalidad tan atractiva, de hecho, que se convierten en referentes geográficos sin ni tan siquiera existir en la vida real.
Dos añejas ficciones consiguieron que nos sintiéramos atrapados por el encanto de sus localidades. Y estamos hablando de polos opuestos: Cicely, de ‘Doctor en Alaska‘, era el alejado y encantador lugar al que todos queríamos poder viajar. Lo interesante de sus gentes, sus particularísimas personalidades, parecían íntimamente ligadas con el espíritu de la localidad. De igual forma, pero de una manera perturbadora y tétrica, ‘Twin Peaks‘ era el nombre de la población en la que moría Laura Palmer, y que se iba desnudando, capa a capa, en cada hipnótico episodio. El hecho de que la serie llevara el nombre de la localidad nos muestra, sin ambages, la enorme importancia que la localidad tenía para la serie. La convertía en la auténtica protagonista, en una madre posesiva que asfixiaba todo lo que contenía. Tampoco nos puede extrañar que en estas dos series se jugara la figura del «pez fuera del agua»: ese personaje nuevo que llega a la población y que va descubriendo sus recovecos. Es un instrumento muy útil para servir de cicerone a los espectadores.
Las ciudades «inventadas» han sido y serán muchísimas: tenemos ese extravagante Bon Temps en el que los seres paranormales de ‘True Blood’ se mezclaban con las costumbres más arraigadas y enfermizas; ese Dillon al que los chicos de ‘Friday Night Lights‘ llevaban al paroxismo con cada partido de fútbol: una ciudad, un mismo corazón; o esa deliciosa Stars Hollow que era, ni más ni menos, que el reflejo de todo lo que su protagonista, Lorelai Gilmore nos ofrecía. Ambas tenían el mismo espíritu chispeante y festivo, porque los personajes que consiguen identificarse con el espacio resultan mucho más ricos e interesantes. Miguel Marcos explica: «Creo que al igual que pasa en la vida, el lugar en el que vivimos condiciona nuestra forma de ser y las cosas que nos pasan; nuestro carácter y nuestras manías; nuestra forma de relacionarnos y en definitiva de vivir.«
España, las mil y una regiones
La ficción española tiene una predisposición genuina a que sus tramas transcurran en Madrid, hasta el punto de que, incluso cuando no se menciona el lugar en el que habitan los personajes pero éste es un entorno urbano, parece sobreentenderse que la ciudad de la que estamos hablando es la capital.
Pero, por supuesto, hay notables excepciones que también se han ocupado de mostrarnos otros parajes. Una de las series más recordadas en este sentido es ‘Verano azul‘, que nos llevó al pueblo de Nerja y mostró la localidad como un homenaje a todos esos lugares de veraneo en los que los adolescentes descubren el amor, la amistad, el dolor… y viven la transición a la vida adulta asumiendo todas las consecuencias. En la actualidad, otra ciudad costera como Peñíscola está siendo el epicentro de las miradas de medio mundo. No sólo hablamos de cómo ‘Juego de Tronos‘ se ha aposentado en sus calles para desarrollar la magia de sus escenarios, sino que una serie como ‘Chiringuito de Pepe‘ está consiguiendo darle una promoción turística bárbara. De hecho, la idea de poner en marcha esta ficción fue de la Diputación, que convocó un concurso en el que las productoras podían pujar por ofrecer una serie que mostrase las excelencias de la localidad.
Otros casos recientes nos llevan a Andalucía, con propuestas muy diferentes. ‘Allí abajo‘ es la producción inspirada por el éxito de ‘Ocho apellidos vascos’, pero que le da la vuelta a la tortilla y se instala en Sevilla para relatarnos las aventuras de Iñaki y Carmen. De hecho, la serie potencia y juega con todos los tópicos que se relacionan con esta tierra y pone el foco en el imaginario colectivo. El lugar, más que nunca, es fundamental para entender el simbolismo de lo que la producción quiere contar. De igual forma, tenemos un thriller como ‘Mar de plástico‘, uno de los grandes éxitos de la nueva temporada, para la que es totalmente esencial el lugar en el que se enmarca: Almería y ese mar de invernaderos que puede verse desde el espacio, configura un enclave único en el que las tensas relaciones entre los diferentes ámbitos sociales nacen de la obligatoriedad de vivir compartiendo una misma realidad.