No van a descubrir nada nuevo. Son muchas las series actuales o muy recientes que se basan o inspiran en novelas (‘The Leftovers’, ‘Wayward Pines’, ‘Boardwalk Empire’), libros de memorias (‘Orange is The New Black’), novelas gráficas (‘The Walking Dead’ y, próximamente, ‘Fear The Walking Dead’) o sagas que son auténticos éxitos de ventas: sin duda el mejor ejemplo es ‘Juego de Tronos’, aunque su camino se separe cada vez más del que George RR Martin recorre con Canción de Hielo y Fuego.
Y otras adaptaciones podrían llegar pronto, como la del clásico de la literatura, Un mundo feliz (Aldous Huxley) que baraja SciFi, y otras están inmersas en la fase de producción del piloto, que aún tendrá que recibir la luz verde, como la conversión en serie del primer volumen de Los Hijos de la Tierra, de Jean M. Auel, El Clan del Oso Cavernario, que podría verse en Lifetime.
Así que, pensando en futuribles y puestos a proyectar, este artículo tratará de apostar por aquellas obras que tienen buen material para ser grandes historias televisadas, si HBO, AMC, Netflix, Amazon, FOX o cualquiera de los grandes hacedores de hits de esta edad dorada de las series las tocaran con su varita mágica.
La Guerra de los Mundos (H.G. Wells, 1898)
Independientemente de la americanada que llevó la historia al cine (Tom Cruise incluído), este libro ya fue protagonista cuando Orson Welles aterrorizó a los oyentes de la CBS con la adaptación en forma de boletín de radio que leyó la noche de Halloween de 1938. Welles narraba aquella historia con tal vehemencia y tal credibilidad que la gente que no había escuchado la introducción en la que se aclaraba que todo era una dramatización llegó a pensar que los marcianos realmente estaban invadiendo la Tierra y cundió el pánico.
Cierto, era 1938 y los de los medios de comunicación tenían un gran poder y la ficción era un terreno aún por explorar. Era precisamente lo que Welles quería destacar con aquella actuación. H.G. Wells fue sin duda un visionario y aquella la primera de muchas historias de extraterrestres. El cine ha dado para muchas invasiones; por no hablar de las sagas basadas en viajes interestelares, guerras cósmicas y seres de otros planetas.
En los 80 fueron ‘Los Visitantes’ los que causaron una auténtica revolución en la ficción (por su estética y la propia temática). La Guerra de los Mundos hecha serie sería sin duda la ‘V ‘actual, pero mucho más agradecida a nivel de efectos especiales y, como hiciera Wells con su obra (al hablar de Marte o de los marcianos) intentando darle un tono más científico. Como telón de fondo, igual que en series como ‘The Walking Dead’, un mundo post-apocalíptico en el que los humanos son puestos a prueba.
1984 (George Orwell, 1949)
En cierto modo Charlie Brooker ya homenajeó a George Orwell y a su obra en The Waldo Moment (la tercera fábula digital de la segunda temporada de esa dura y maravillosa sátira tecnológica llamada ‘Black Mirror’). Waldo era el gran ojo que todo lo vigilaba y los ciudadanos vivían en un estado represivo, por haber confiado en una alternativa -como el comunismo en 1984, que da lugar a ese mundo distópico- a los políticos de siempre.
1984 es una historia casi terrorífica: un mundo controlado por el Gran Hermano (el nombre que tomó prestado el reality para su experimento de seres humanos vigilados). Es el año 1984 y el Comunismo ha triunfado, pero sus principios han derivado en una realidad distinta a la que planteaban. La vida de los hombres está bajo el control de las instituciones que ha creado el partido totalitario, el Ingsoc. No son libres: ni para amar (las relaciones las controla el Ministerio del Amor) ni para conocer su verdadera historia o la realidad del mundo, que el Ministerio de la Verdad se encarga de alterar en su propio beneficio. Pero hay un hombre, Winston Smith, tratando de vivir como solían vivir los hombres antes e intentando burlar al sistema.
Tramas políticas -como en ‘House of Cards’-, una realidad distópica -como en ‘Black Mirror’- y una historia del amor como símbolo de lucha contra el sistema, que trata de imponerse a todo desobedeciendo todas las normas posibles -como en ‘Homeland’-, en un relato que ya ha dado para varias películas y una tv-movie (Nineteen Eighty-Four) que se emitió por primera vez en 1954 en la BBC con un gran impacto social (e incluso político).
El fin de la eternidad (Isaac Asimov, 1955)
Si tomamos como referencia la trama principal, podríamos pensar -salvando las distancias- que ‘El Ministerio del Tiempo’ ya ofrece algo muy parecido a lo que podría darnos esta obra del prolífico escritor de ciencia-ficción Isaac Asimov, si se convirtiera en serie: viajeros en el tiempo, reclutados de diferentes épocas, con la misión de interferir siempre que sea necesario en el transcurso de la historia, asegurando las mejores opciones para los hombres. Sin embargo, Asimov se centra (como científico que era) en el concepto mismo del tiempo, intentando dar respuesta a algunos de los enigmas que plantea la desaparición del continuo espacio-tiempo, como las paradojas temporales.
La novela se ambienta en una nueva edad de los humanos (el siglo XXVI) en el que no hay fronteras espaciales o temporales y sólo los Eternos pueden ir de un punto a otro de la historia para custodiar y proteger el futuro de la raza humana y evitar su extinción. Como en 1984 un hombre se cuestiona todo (por amor) pero sólo es la excusa para poner en duda todo lo que conoce. Más aún cuando existen períodos de la humanidad que han de permanecer ocultos (¿por qué?).
Ciencia-ficción, misterio y, como en tantas otras historias, la naturaleza humana cuestionada. Es una propuesta sobre seguro, máxime después de saber que HBO ya se ha planteado adaptar la saga Fundación (de la que algunos críticos consideran que El fin de la eternidad representa su precuela) contando con el guionista de Interstellar, Jonathan Nolan para el piloto. Aunque tratándose de ciencia-ficción, en SciFi seguro que alguna vez han puesto la idea sobre la mesa.
La Tienda (Stephen King, 1991)
Aunque Kubrick hizo un trabajo excelente llevando la historia de El Resplandor al cine -a su manera- y Misery o Carrie pueden considerarse buenas adaptaciones, la obra de Stephen King contiene una gran parte de abstracción que resulta muy difícil trasladar con éxito a imágenes, o bien requiere mucho esfuerzo a nivel de producción para resultar creíble (posesiones demoníacas, espíritus, animales que vuelven de entre los muertos). El universo que plantea en cada libro necesita un desarrollo mucho mayor que el de una película.
Desde luego la producción juega en contra, cuando hablamos de ciencia-ficción o de terror. En la tv-movie de IT sólo el Payaso Pennywise daba auténtico miedo pero no tanto como el que provoca la propia lectura del libro. Y pese a la credibilidad de Kathy Bates en el papel de psycho-killer, la Annie Wilkes del libro era mucho más cruel. Sin embargo, La Tienda, que fue perpetrada en forma de película en 1993, podría ser una fantástica historia a desarrollar por ‘American Horror Story’ en próximas temporadas.
En esta obra del genio del terror, un extraño llega a un pueblo (si es King, el pueblo está en Maine) y abre una tienda de objetos curiosos y antigüedades. Pero no son sólo cosas: responden a los anhelos de las personas que los poseen y acaban por convertirse en objetos de poder. Porque al quedarse con ellos, están pagando con su propia alma. ¿Y qué mejor serie que ‘AHS’ para retratar al mismísimo Satán? Después de la casa encantada, del manicomio de los horrores, el aquelarre de brujas y el freak show, una temporada centrada en el Señor Oscuro -al que han homenajeado de pasada en alguna de sus tramas- encajaría perfectamente en la cosmogonía de la serie de FX.
Ensayo sobre la ceguera (José Saramago, 1995)
José Saramago puso también a prueba -como Wells con su invasión marciana- a la humanidad en una de sus mejores novelas, Ensayo sobre la ceguera. Pero esta vez la amenaza no venía de fuera, sino del hombre mismo. ¿Qué pasaría si un día toda la población se quedase ciega? Partiendo de un misterio inexplicable -como ese 2% de seres humanos que se evaporan sin más en ‘The Leftovers’- Saramago realiza un tratado sobre la condición humana. Así, sus protagonistas se dividen entre los que entienden que la supervivencia de los hombres depende del apoyo mutuo y, sobre todo, de conservar su dignidad y los que ven en la situación la oportunidad de dar rienda suelta a sus instintos más primitivos y abandonar toda ética o moral porque ya no existen normas en ese mundo.
Aunque fue llevada al cine en 2008, la historia podría alargarse mucho más, explorando aún más a fondo las circunstancias de cada uno de los protagonistas, incluso desde la perspectiva del otro bando. Además, hay una segunda parte –Ensayo sobre la lucidez- que aún no se ha adaptado y que cuenta cómo reaccionó aquella sociedad tras superar su ceguera, enfrentándose a otra ceguera (metafórica).
Ambos libros podrían convertirse en una serie de esas «de personajes», que exploran el alma humana y nos hacen plantearnos qué haríamos nosotros en una situación como esa y preguntarnos cuál es nuestra verdadera naturaleza. Porque como el propio autor decía sobre ella, «es una novela que plasma, critica y desenmascara a una sociedad podrida y desencajada».
Middlesex (Jeffrey Eugenides, 2002)
La transexualidad es un tema poco explorado en las series. De hecho ¿alguna ha ido más allá de incluir a un gay o de retratar de una forma más natural su su ambiente, como ‘Looking’? Sólo ‘Transparent’, estrenada este año en Amazon ha acogido la cuestión del cambio de género como trama principal a través de su protagonista, pero también ha sido la excusa para elaborar el clásico retrato de familia disfuncional al que nos empiezan a acostumbrar la comedia y la dramedia en los últimos años.
La de Cal (o Calliope) tampoco es una familia cualquiera, como descubre el lector en ese gran relato intergeneracional que es Middlesex; porque para conocer su historia y su idiosincrasia, hay que retroceder hasta 1922, cuando sus abuelos llegaron a EEUU desde la Turquía griega y arrastrando un secreto de familia, que cambiaría a Cal para siempre.
Y así Jeffrey Eugenides, el autor de Las vírgenes suicidas (que Sofia Coppola llevó al cine), planta la semilla de la gran novela americana (le valió el prestigioso Pulitzer), en la que relata ocho décadas de la historia de la saga Stephanides, y, en paralelo, la del propio país: desde el nacimiento de la industria automovilística en Detroit hasta la revolución cultural y sexual de los años 70 y del propio protagonista, cuando por fin define su género. Middlesex es el escenario perfecto para abordar la historia americana del último siglo; con una estética similar a ‘Mad Men’ o ‘Masters of Sex’, sería una historia perfecta para AMC o Showtime.
Retrato de un asesino: Jack el Destripador, caso cerrado (Patricia Cornwell, 2002)
Jack el Destripador siempre ha resultado un personaje fascinante, desde el punto de vista narrativo. Muchos han querido contar su historia y no son pocos los libros que exploran el alma del famoso asesino que atemorizó a las prostitutas en el Londres de finales del siglo XIX. Algunos, como la criminóloga y escritora Patricia Cornwell han tratado incluso de resolver sus crímenes con una ardua investigación. En Retrato de un asesino la autora expone su teoría sobre la verdadera identidad del famoso asesino en serie y resuelve los cinco asesinatos. Y para ella no es ficción: es el resultado de años de riguroso trabajo.
En esta era seriéfila en la que el antihéroe despierta la fascinación del espectador (Hannibal, Dexter, Heisenberg o Frank Underwood) la historia de un asesino tan célebre y sobre el que se han escrito ríos de tinta suena a serie que atrapa. Aunque se han hecho tv-movies, películas e incluso documentales (es difícil encontrar una obra importante que no ha sido ya adaptada en algún formato) sobre su figura, ninguna serie se ha atrevido a explorar este misterio y a ofrecer un desarrollo mayor del enigmático personaje. Porque a día de hoy, aún no se puede afirmar con seguridad quién fue Jack el Destripador. ¿Qué mejor premisa para una serie que un rompecabezas sin resolver, que lleva más de cien años atormentando a criminólogos y escritores?