Las historias en el cine no suelen tener por lo general más de dos protagonistas que se dividan a partes iguales el peso de la trama. Son los pilares sobre los que se sustenta el relato, aquellos que no podrías eliminar sin que éste se viniera abajo. Pero el guión también requiere de puntales para reforzar su estructura. Son los secundarios que, en mayor o menor medida, influyen en la vida o el destino del protagonista al final de la cinta. Puede que sólo necesiten menos de 20 líneas para hacerlo (entonces se consideran «actores de reparto»). Pero puede que sean suficientes para acaparar la pantalla y dar lecciones de interpretación a la supuesta estrella de la película.
Desde Casablanca a El Señor de los Anillos, la historia del séptimo arte está llena de personajes sin los que las películas no habrían sido lo mismo. Literalmente. O ¿podría haberse subido Ilsa al avión sin esa improvisada alianza entre Rick y el Capitán Renault? ¿Acaso no es la magia de Gandalf -y las águilas- la que salvará a Frodo de morir en el monte del destino, aunque fuera él y solo él el encargado de llevar a cabo tan enorme misión?
Peter Sellers en Qué tal, Pussycat?
Del educado pero patoso protagonista de El Guataque a este psicoanalista desequilibrado hay una gran diferencia. Y ésta la marca un guión de Woody Allen, o lo que quedó de él después de la intervención de los productores. Los registros de Peter Sellers no tienen fin. De hecho, en la cinta de Stanley Kubrick, Teléfono rojo: ¿Volamos hacia Moscú? interpreta a tres personajes distintos. En esta comedia escrita por Allen se pone en la piel del excéntrico Dr. Fritz Fassbender, que en teoría debe ayudar a Michael James (Peter O’Toole) a superar su miedo al compromiso y su adicción al sexo. Pero las aventuras de este mujeriego despiertan la curiosidad y la envidia del doctor, atrapado en un matrimonio sin amor y, en realidad, un tipo bastante perturbado.
«Guarda silencio mientras me gritas.»
Dr. Fritz Fassbender
Peter Sellers es una de esas personas que sólo necesita «estar» para ser cómico y como el actor camaleónico que era podía ponerse en la piel de cualquiera: son muchos y muy distintos los personajes que ha interpretado a lo largo de su carrera. En este caso, le basta con una peluca y esa mirada para transformarse en un personaje extremo que aporta aún más surrealismo a una historia «de locos», llena de situaciones y diálogos disparatados y una puesta en escena muy teatral. Para muestra, la secuencia que el cineasta protagoniza junto al personaje de Sellers en un malogrado intento de suicidio.
Harrison Ford en Star Wars
Cuando hablamos de antihéroes lo pusimos de ejemplo: Han Solo siempre fue más popular que Luke Skywalker, pese a (o precisamente por) ser un tipo duro, «un presumido. Ignorante. ¡Vil, andrajoso! ¡Vanidoso!», como le replicaría Leia, con muchísimas menos virtudes que el joven jedi. Pero Luke tenía la fuerza de su parte y Han el carisma. Es ese aura especial que envuelve a Ford interpretando a este personaje tan ególatra como sincero; ese halo que convierte sus malos modales y su sonrisa de caradura en algo casi enternecedor. Y si no, que se lo digan a Leia. Al final no podrá evitar caer rendida en las manos del «malo».
«Han, no puedes salirte con la tuya.»
«¿Por qué no? Este soy yo, ¿recuerdas? Todo el mundo espera que haga cosas locas.»Leia y Han
Ni el público ante Ford, en éste, uno de los primeros papeles de su carrera y el que le condujo al estrellato, justo cuando ya casi había renunciado a lo ser actor y se había metido a carpintero (esa y no otra es la historia del origen de su cicatriz). Pero ese trabajo le llevó a conocer a un amigo de un amigo en los estudios Universal, donde trabajaba construyendo sets para el cine. Ese tipo era George Lucas, que vio claramente que Ford llevaba un Han Solo en su interior. Otros personajes como Indiana Jones ayudaron a demostrar que el instinto de Lucas no falló: había nacido una súperestrella.
Harvey Keitel en Pulp Fiction
Siendo como es una sucesión de historias paralelas que acaban por interconectarse, el reparto de Pulp Fiction es una peculiar colección de personajes: trastornados, sórdidos, violentos o inocentes, que rodean a los protagonistas Jules (Samuel L. Jackson) y Vincent (John Travolta) en su día a día de matones o se cruzan con ellos. Aquí el Sr. Lobo demuestra que juega en otra liga. En una situación tan peliaguda como «esa» con Bonnie se requieren nervios de acero, firmeza y mucha seguridad en ti mismo para poderla transmitir al cliente. Hablamos de un hombre que viene a salvar tu culo y borrar los rastros de un crimen.
“Estoy a treinta minutos de allí, llegaré dentro de diez.”
Sr. Lobo
Eso no quita para que aparezca en smoking, haciendo gala de una educación de Sir inglés y ganándose el respeto de todo el mundo sólo con un par de frases, claras y concisas. Tarantino no desvela nada más del personaje de Wolf, de dónde viene o a dónde va. Simplemente aparece, cumple eficazmente con su labor («soluciono problemas») y, después de haberse metido al espectador en el bolsillo con sólo cuatro minutos de actuación, se larga con su misterio a otra parte, dejando a todos con ganas de volver a verle en acción. Keitel es una de las muchas piezas -imprescindibles- que hacen que Pulp Fiction funcione como esa obra tan compleja y completa.
Kevin Spacey en Seven
Sólo es una referencia durante casi toda la película. Nos lo presentan en los créditos iniciales -como ya os contamos aquí– pero nunca le llegamos a ver con claridad y ni siquiera aparece el nombre de Spacey. El verdadero John Doe (o el fanático convencido que se oculta bajo su piel) sólo tiene unos minutos para impresionar al mundo, a Mills y a Somerset (Brad Pitt y Morgan Freeman) con el colofón final de su obra -una caja- e intentar que el espectador entienda su motivación, su «verdad», la explicación de esos siete asesinatos.
«No importa quien soy yo, no significa nada quién soy yo»
John Doe
Y aprovechó bien el escaso tiempo en pantalla para hacer de su personaje uno de los ‘serial killers’ de cine mejor perfilados, junto a otros que ya habían estremecido años antes al público -Hannibal Lecter en El silencio de los corderos- o que lo harán años después -Patrick Bateman en American Psycho- o que ya lo habían hecho Él es el responsable de que Seven se quede en las entrañas del espectador. Que le deje mal cuerpo. Pero al fin y al cabo, el cine es una cuestión de remover y si no, se queda en entretenimiento banal.
John Turturro en El gran Lebowski
Si algo caracteriza a las películas de los hermanos Coen es su buen hacer creando personajes y encontrando a los actores perfectos para encarnarlos. Los amigos del Nota son un par de tipos disfuncionales que de alguna extraña forma completan su mundo: el veterano de guerra ex-combatiente en Vietnam constantemente indignado (intepretado por John Goodman) y Donny, el hombre al que nunca dejan hablar pero que acaba por robarnos el corazón (Steve Buscemi haciendo para variar de tímido). Ambos inmensos; pero la aparición estelar de la película -tal vez por inesperada- es sin duda la genial peformance del italo-americano John Turturro como el cubano Jesús, el rival del Nota en la bolera.
Cuesta reconocerle de esa guisa, con su look estrafalario y su actitud barriobajera. Los Coen sólo le concedieron unos minutos -sólo es un personaje de reparto- pero se las apaña para aportar otra dosis de humor bizarro a la película y sorprender a los espectadores con este nuevo registro. Aún así se quedó con ganas de más, como reconoció a Vanity Fair hace un año. Cuenta la leyenda que lleva tiempo planeando la idea de un spin-off sobre Jesús y que si los Coen no se ponen a ello el mismo Turturro lo hará (ya ha dirigido siete películas en Italia). Por cierto que al actor le encanta jugar a los bolos.
Joaquin Phoenix en Asesinato en 8 mm.
Puede que Joaquin Phoenix sea lo mejor de esta película que, sin pena ni gloria, introduce al espectador en el oscuro y sórdido mercado negro de snuff movies a través de la figura del detective privado Tom Welles (Nicolas Cage). Su vida se cruzará con la de Max California que le guía en un ambiente totalmente desconocido para él y acaba implicándose demasiado en la historia. Para el espectador, es la oportunidad de descubrir la joya que se esconde tras el mostrador de un particular videoclub. El tipo que lee a Capote camuflándolo en una revista porno; que aparenta ser un crápula y llevar una vida extrema, pero sólo es un alma sensible. Y, para su desgracia, un héroe.
«Cuando bailas con el diablo, no es el diablo el que cambia. Quien cambia eres tú.»
Max California
Sólo dos años después de esta peli, Phoenix se hacía con el Oscar al mejor actor de reparto por Gladiator y con un personaje antagónico a Max California: pusilánime, engreído y algo enfermo. Sus posteriores papeles han demostrado que es uno de esos actores capaces de transformarse en prácticamente cualquier cosa. En cuanto a Nicolas Cage, dejando a un lado algunas de sus películas más «particulares», no es que este sea el peor de sus papeles. Pero no tiene nada que hacer frente a Phoenix, que provoca una empatía en el espectador que la estrella de la película no consigue hasta el final y teniendo que apelar para ello al drama.
Brad Pitt en Snatch, cerdos y diamantes
El público está acostumbrado a verle ejerciendo de guapo oficial de la peliy de héroe, ya sea como detective torturado psicológicamente por un psicópata, perseguido por zombies o combatiendo en una guerra. Personajes como el de 12 monos o éste son menos habituales en su carrera. No son para lucir palmito, sino capacidad actoral. Y aunque no le lleguen tantos papeles como esos, demuestra su versatilidad en cada oportunidad que tiene. Como interpretando a Mickey, el «gitano tirado» de vulgares modales, al que no se le entiende una sola palabra (casi diríamos que más en la V.O.) y que a su vez sólo entiende un lenguaje: la violencia y la venganza. Como dice El Turco, «Para cada acción hay una reacción, y la reacción de un gitano es muy jodida.»
Al mérito de su interpretación y de su evidente preparación física para las escenas del violento boxeo sin guantes, a Brad Pitt hay que reconocerle la valentía de salir de su zona de confort y arriesgarse como actor. Eso le valió convertirse en el personaje más icónico y recordado, entre un numeroso reparto que no tiene nada que envidiarle tampoco.
Alan Arkin en Little Miss Sunshine
Si los Hoover son una familia disfuncional de manual, el abuelo es sin duda el peor de todos ellos: drogadicto, mal hablado, lleno de ira contra la sociedad e incluso con esa familia que «le secuestra». El típico abuelete cascarrabias pero en versión políticamente incorrecto. Es difícil convertirte en roba-escenas cuando tienes al lado a Steve Carrell haciendo de suicida, a un adolescente medio emo que además se niega a hablar o a un fracasado escritor pusilánime que nunca ha tomado las riendas de su vida, como vende en sus libros. Pero Alan Arkin deja huella. Y su personaje de atípico abuelo será, además, el pegamento que mantenga unida a la familia y el que le dará el punto de dramedia a la peli.
«Puedo decir lo que me de la gana. Aun tengo balas nazis en el culo.»
Abuelo Edwin
Después de toda una vida dedicándose a la actuación, fue precisamente Little Miss Sunshine la que le dio por fin un Oscar como mejor actor de reparto. Es la misma impresión que deja en Argo. Una película en la que, además, prácticamente volvía a hacer de abuelo Edwin pero en forma de productor de cine, abrazando todos los clichés del típico perfil de Hollywood. Esa verborrea, esa capacidad para caer bien pese a él. Sólo le conceden un instante, pero su trabajo es tan eficaz como el del Sr. Lobo: sólo aparece para demostrar quién manda. Y se lo demuestra hasta a Ben Affleck, pese a hacer uno de sus mejores papeles.
Sólo son siete pero hay muchísimos más. Os invitamos a que compartáis con nosotros vuestros favoritos, esos personajes por los que recordaréis siempre una película. Ese fugaz pero brillante momento protagonizado por un «secundón» que repentinamente se convierte en estrella. Esos papeles que sirvieron para que el mundo conociera a algunos actores, los secundarios capaces de robarles una escena a quien haga falta, incluso al protagonista con más caché.